Colonizadores
del espacio
Charles Carr
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- No hace falta que se quede usted aquí - dijo Lyon pausadamente.
- Pero, hoy - insistió Adams -; sin duda hoy más que ningún otro día debería quedarme,
señor.
Los dos hombres se enfrentaban a través de la mesa metálica del capitán, en la sala de
control. Lo mismo que todos los demás de la tripulación del Colonizador, llevaban batas
negras. Detrás de Adams se encontraba una pantalla de radar, y por todas partes había
esferas, instrumentos y controles. Solamente las sillas, ajustables y muy acolchadas, parecían
fuera de lugar. La luz era indirecta y fuerte; no había ventana alguna. Había un gran silencio,
sin que la más mínima vibración indicase que se estaban moviendo a unas 25.000 millas por
hora.
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